miércoles, 31 de diciembre de 2008

Estas cosas no se cuentan tan a la ligera, pero es la única manera de superarlas

En realidad no sé por dónde empezar… Ni siquiera sé si esté bien que publique esto, aunque muy poca gente visita este blog y eso me dá confianza para escribir algo tan personal aquí.

Fue a comienzos del 2002, yo tenía apenas 18 años. Iba saliendo del trabajo cuando un tipo se me acercó, platicamos y me invitó un café… Al día siguiente me despertó el teléfono del cuarto de un hotel en Satélite, el hombre de la recepción me preguntaba que si se me ofrecía algo y yo le pedí un taxi y la hora: eran las seis de la mañana del día siguiente, estaba sola y por las pocas imágenes que podía recordar me estaba dando cuenta de que había sido violada.

En casa, mis papás estaban histéricos porque era la primera vez que no llegaba a dormir a la casa sin avisarles. Les dije que me había ido con una amiga del trabajo pero no me creyeron. Días después, mi hermana me dijo que tenía la sospecha de que algo malo me había pasado esa noche, que yo no era así y que podía confiar en ella para cualquier cosa. Le conté lo que me había pasado y ella bajó corriendo a decirle a mis padres que YO TENÍA ALGO IMPORTANTE QUE CONFESARLES!!! Me quedé helada y después de mucho tiempo e incómodas miradas solté la sopa como diarrea verbal.

Llamaron a una de mis tías que es abogada y ella me convenció de no levantar una demanda debido a que ya había pasado tiempo y no había pruebas que confirmaran que yo tenía razón (ooookkkk Eso fue humillante!!). Decidí seguir con mi vida como si nada hubiera pasado, a fin de cuentas yo sólo recordaba partes de lo sucedido y eso facilitaba mi amnesia autoinducida.

No necesito decirles que me postulo a favor de la pena de muerte para violadores y secuestradores, ¿verdad? Es más, si me preguntan a mi, sugiero que les apliquen la muerte por mil cortes.

Yo creí que lo que había pasado había sido como estar en el infierno, pero lo peor apenas estaba por venir. Hice mi mayor esfuerzo por “vivir normalmente”, si así se le puede llamar a no poder dejar de pensar en un suicidio lento y doloroso a la vez que aparentaba ser una hija de familia feliz y agradecida con la vida por mil razones (inventadas o sacadas de la manga o completamente forzadas). Reía como siempre, veía la tele como siempre, platicaba con la gente como siempre, salía con mis amigos como siempre… todo mientras pensaba que cualquier lugar podía convertirse en una excelente escena del crimen con un poco de imaginación y muchas ganas, que era lo que me sobraba. Con todo y eso, un día cualquiera, mi hermana se me acercó y de la nada soltó una de las frases que me han marcado para siempre: “Yo como que te veo muy tranquila para lo que te pasó”. GIVE ME A BREAK!!! ¿Cómo les explico lo que sentí en ese momento?

Anyway, al poco tiempo me enteré de que mi mamá tampoco había creído mi “cuento” (así le decían ellos, mi familia) y fue cuando el mundo se vino abajo. No podíamos estar en la misma habitación sin discutir y sin que terminara llamándome golfa. No lo soportaba y me encerraba en mi habitación a llorar y gritar hasta quedar afónica. Mi hermana llegó a presenciar algunas de estas escenas, y aún así creía que yo estaba “muy tranquila”.

Por esas mismas fechas, mi abuela se fracturó la cadera y necesitaba reposo, así que me ofrecí como voluntaria para cuidarla. Hasta entonces, mi abuela y yo nunca nos habíamos tratado mucho, pero hubiera hecho cualquier cosa con tal de salir de casa de mis padres. Estuve ahí hasta que entré a la carrera y regresé a casa, la marea estaba baja de nuevo pero cada que yo salía con mis amigos había gritos y mi madre me recordaba que aún no confiaba en mí.

Al final se dio por vencida y entendió que con o sin su confianza, yo terminaría haciendo lo que se me pegara la gana… ¿qué más me podía pasar? Tenía pocas razones para vivir pero no me atrevía a suicidarme, sólo rogaba encontrar la muerte en cualquier esquina.

Unos cuantos años después, otra de las frases que me quedarían tatuadas, volvió a salir de la boca de mi hermana. En casa de mis padres no se toca ese tema, nadie habla de lo que me pasó, tal vez porque ya entienden que es un tema que toca fibras muy sensibles en mi, o porque no quieren ofenderme otra vez al exponer su opinión al respecto. Como sea, yo tenía una cita y mi hermana empezó a preguntarme que a dónde iba y con quién. Sin más ni más, le dije que era un amigo y que lo había conocido en un centro comercial, a lo que ella respondió: “ash, no andes haciendo amigos así, por eso te pasa lo que te pasa”. Ay, Viry, a veces creo que donde está tu corazón tienes un hoyo negro o una pasita rancia. Esa frase hizo a un lado la de Héctor (Cf. “Fue en la secu y aún no lo supero” de este mismo blog) y se colocó como la número uno de las frases más humillantes y dolorosas que me han dicho. Total, cancelé mi cita y me encerré en el baño a llorar largo y tendido. También vomité porque desde hace tiempo el sentimiento de humillación me provoca náuseas, ¿a ustedes no?

viernes, 3 de octubre de 2008

Ella expresa mejor lo que siento que yo misma

"…y deseando profundamente que el sentimiento desaparezca. Mirándome inexistente cuando por fin la melancolía se va. Rogando que vuelva la tristeza: quiero por lo menos sentir algo. Y algo incluye dolor. Peor que sentirse mal es no sentirse. Y ya no siento."
Cielo Latini

sábado, 13 de septiembre de 2008

La frase de la semana:

Ayer vi L. A. Ink y una de las chicas que tatuaron dijo: "Cuando me hice mi primer tatuaje sentí mucha libertad, fue entonces que comprendí en verdad que mi cuerpo es mío...". ¡Y tiene tanta razón!

jueves, 21 de agosto de 2008

Que el tiempo cura todo, dicen...

No avanza, sólo camina en círculos y regresa al mismo lugar periódicamente. Hoy me di cuenta de eso, por fin lo experimenté. Hace un año exactamente que dejé de visitar páginas para anoréxicas, que decidí que estaría conforme conmigo misma y que sería feliz mientras Sam me quisiera tal como soy (físicamente) no porque de él dependa el hecho de sentirme bien, sino porque él me hace feliz y no me pide que sea perfecta, así que no tengo por qué serlo, no necesito impresionarlo más y yo estoy cansada de exigirme más de lo que puedo dar.
Bueno, esta semana (no recuerdo qué día, pero fue esta semana), durante la cena, platiqué con Marco y le hablé del libro Abzurdah, de Cielo Latini. lo leí cuando visitaba foros y blogs "Pro-Ana" y tenía cyber-amigas anoréxicas y bulímicas de todo el continente. Este libro es autobiográfico y me gustó en verdad, aunque literariamente no tiene mucho de dónde exprimirle, me pareció que la vida de Cielo era como la mía pero al extremo. Es de los libros que más me han gustado y atrapado desde el prólogo. En verdad no recuerdo por qué saqué ese libro a colación durante la plática, seguramente no hablábamos de anorexia ni bulimia, pero me dieron ganas de volverlo a leer.
Ayer llegué a la oficina y busqué el libro en pdf para pasárselo a Marco y resultó que aún lo conservo, creí que lo había tirado a la papelera. No pude evitar abrirlo y comenzar a leer lo que ya me sé casi de memoria. Hace un año que lo terminé, que terminé con esta pendejada y desde entonces no había platicado con ninguna de mis cyber-amigas bulimaréxicas por el msn, de hecho eliminé a la mayoría de ellas de mi lista de contactos.
Hoy una de ellas me saludó, me hizo la plática y me preguntó que cómo me llevaba con Ana (esa diosa con la que una debe estar en armonía para que ella le permita lograr la perfección y bla, bla, bla) y depronto sentí una imperiosa necesidad de ir a vomitar la torta de salami que me acababa de comer.
No, no lo hice, y no estoy orgullosa. No me siento bien, me siento como hace un año, como hace dos años, como cuando todo empezó. Sólo que entonces tenía una obsesión (podríamos llamarlo "razón de ser") y ahora no. Ahora sólo es costumbre y ganas de hacerlo. Muchas ganas de hacerlo.
Una que quiere crecer, y el tiempo que no ayuda...

jueves, 19 de junio de 2008

Sobre el suicidio o Palabras para tu funeral

Me está costando mucho trabajo aceptar y tolerar esta situación. Me he juzgado muchas veces a mí misma por no intentar algo más para ayudarte, pero tampoco se te puede obligar a nada... Y a estas alturas, tú no quieres ser ayudado. Y es que cuando uno se rinde ante la vida de la manera en que tú te rendiste hace un mes, cuando uno se envenena a sí mismo buscando una muerte agonizante, tortuosa, infandamente dolorosa... Entonces no queda más que comprender que los chantajes morales están de más, que lo único más egoísta que tu propia enfermedad autoprovocada es nuestra necedad de que dejes de provocártela.
¿Pero quién en este mundo tiene el corazón tan duro como para mirar de frente a un suicida en plena acción y no mover un dedo? Pero no sólo he movido los dedos, he tratado de mover la compasión de Dios, pero un dios sordo no sirve de mucho y en cuestión de meses pasé del "Por favor, Dios, ayúdalo a recuperarse" a "Por favor, Dios, que al menos no sufra tanto".
Finalmente, me encogí de hombros, pues veo que tu decisión está tomada. Ahora sólo me pregunto ¿Me cuidarás desde donde estés? Yo no podré hacerlo sola, siempre te he contado dentro de mi historia: quiero que asistas a mi examen profesional, quiero que me lleves al altar cuando me case, quiero que conozcas a mis hijos, quiero que me prepares un té cuando me enferme... ¡Quiero seguir siendo la niña de papá!

lunes, 12 de mayo de 2008

¿En qué piensas?

Odio esa pregunta. Cómo explicar que mi mente se fue de vacaciones o que simplemente me preguntaba por qué tradujeron "mercyfull" por "magnánimo", o sea: mercyfull = lleno de misericordia y misericordia = miser (desdichado) + cors, cordis (corazón), es decir, el que siente la desdicha de los demás... Y magnánimo = magna (grande) + anima, ae (alma), es decir, de alma grande. Alguien de alma grande puede sentir la desdicha de los demás, de ahí que mercyfull esté bien traducido como magnánimo...
Sí, ese tipo de cosas son las que pienso cuando estoy calladita. No estoy descubriendo el hilo negro, sólo me caen veintes así como así. Por eso odio que me pregunten que en qué estoy pensando... ¿Cómo te explico? ¿De verdad quieres saber? ¿A alguien le interesa de verdad en qué pienso o simplemente trata de romer el famoso "silencio incómodo" (el cual, por cierto, a mí no me incomoda en lo más mínimo)?

miércoles, 2 de enero de 2008

Estatua o el moderno Pigmalión

Finalmente, después de tres meses de poco sueño y mucha nicotina, la obra de Federico Bautista comenzaba a cobrar la forma que él había imaginado escondida bajo la piedra. Sus manos se confundían con la blancura del mármol que tallaba con movimientos circulares y uniformes. 


Creyó que sus ojos lo engañaban e intentó frotarlos con las manos empolvadas, el castigo fue cruel pero duró unos segundos. Unos retoques más al rostro y el cabello y estaría terminada. No podía esperar para ver lo que alguna vez le fue revelado en sueños. La inspiración le había llegado directamente de los dioses y no de una mujer de carne y hueso o su escultura no sería tan perfecta. 


Retrocedió unos pasos y encendió un cigarrillo y repasó con la mirada las formas de la estatua: el tamaño de los pies, la longitud de las piernas, la redondez de la cadera, la suavidad del vientre, la proporción de los senos, la firmeza de los brazos, el tamaño de cada uno de su dedos. En cuanto al cuerpo no encontró nada que hiciera falta o que estuviera de más, nada en ella le molestaba a excepción de su excesiva perfección. Por unos segundos dudó en mirar el rostro de su obra por miedo a que desentonara con lo que acababa de contemplar extasiado. Cuando se decidió a mirar el rostro de la mujer de piedra descubrió con sorpresa que era aún más hermoso de lo que esperaba. 


La blancura de su piel, su impavidez, sus heladas manos y la tranquilidad que reflejaba su mirada sin dirección le traían a la mente a un muerto. De repente le asaltó la idea de que su escultura estaba muerta. 


...Pero la perfección no pertenece a este mundo -pensó- No, no está muerta, es sólo que ella no es de este mundo...
Pasó el resto de la noche escuchando el sonido de los grillos que otras veces lo arrullaban y ahora lo mantenían sumido en un ensueño, divagando sobre la vida humana y sus límites, los que él acababa de traspasar por medio de la creación. La penumbra en la que se encontraba el cuarto debido al grueso de las cortinas de terciopelo rojo no permitieron a Federico darse cuenta de que ya había amanecido, pero no le impidieron sentirse un Dios, creador y omnipotente. Si ya había conseguido crear y su creación carecía de defecto alguno, lo único que le hacía falta era respirar su aliento sobre ella para darle alma. 


No sabía de qué modo hacer para traer a su mujer a este mundo de vivos. Aunque algo de esa idea le molestaba. Su mujer era perfecta y este mundo no, en este mundo no había lugar para la perfección. 


...Pero si yo la hice yo mismo la puedo deshacer -murmuró para sus adentros dándole la espalda con un giro brusco.
...No, no puedo destruirla, no me lo perdonaría... Volvió a mirarla y se postró de rodillas ante ella con los brazos extendidos hacia los costados. Sin dejar de mirarla y con la voz temblorosa le preguntó en voz alta: ..¿Quién eres y por qué dejaste que yo te materializara? ¿Acaso soy sólo un instrumento que utilizaste para algún propósito? ¿o es verdad que soy tu creador y vivías en mi mente desde antes de que te concibiera como idea? Inspiración propia o divina, dime si tu existencia tiene un propósito...


Creyó sentir que por su espalda se deslizaba una gota de agua helada, un escalofrío recorrió su cuerpo. 

-Federico- Era una voz tan dulce que se le figuró que en lugar de palabras eran notas musicales.


Sus oídos lo estaban engañando, sacudió la cabeza para aclarar su mente. -Federico- Volvió a sacudir la cabeza, incrédulo, confundido y desconfiando de sus propios sentidos. Trató de ignorar lo que acababa de escuchar para convencerse de que había sido producto de su imaginación y ya más decidido miró su estatua fijamente como dispuesto a reiniciar su interrogatorio. Esta vez sus oídos no lo engañaban, eran sus ojos los que estaban jugándole una broma: los labios entreabiertos de la mujer de piedra comenzaban a moverse, muy despacio.. la piedra crujía como si desde adentro la estuvieran rompiendo para liberarse de ella. Se movían para cerrarse un poco y dejar escapar un sonido de viento y luego volverse a abrir para dejar salir de la boca un sonido más articulado.. 


-Fe..-. 


Federico se horrorizó y se levantó de un brinco para tratar de alcanzar la puerta y salir corriendo. Algo se lo impidió. Sus miembros, de pronto, no le respondieron.

-Federico-. Volvió a escuchar y renegó de sus sentidos. 


-Déjame en paz-. Gritó con todas sus fuerzas. -¡Tú no estás viva, tú no eres de este mundo, eres una estatua!- 


Seguía sin poder moverse. Su corazón comenzaba a agitarse. Las venas de sus brazos y su cuello se saltaron desproporcionadamente. La misma sensación de la gota helada que le había recorrido la espalda al principio, comenzaba a recorrerlo de nuevo, pero esta vez más despacio, y no estuvo seguida de un escalofrío, más bien, al contrario, sus músculos estaban tan helados que parecía un bloque de hielo con forma humana. 


Escuchó detrás de sí un sonido áspero, como si rasparan la duela de su habitación con una lija, pero muy despacio. Estaba aún más horrorizado cuando se dio cuenta de que lo que raspaba la duela era el mármol arrastrándose lentamente a través de la habitación. La distancia entre él y la estatua sería cuando mucho de dos metros. No sabía cuánto habría recorrido ya pero no podía ser mucho, se movía con lentitud. Necesitaba desesperadamente salir de ahí pero sus miembros seguían petrificados del miedo. Con un esfuerzo sobrehumano logró levantar una pierna y después la otra, dio un paso y luego otro. Y se detuvo. Ya no se escuchaba nada, ni un sonido leve, ni la voz, ni el mármol sobre la madera. Instantáneamente se tranquilizó y tomó aire, creyó que todo lo había imaginado y se sintió ridículo. 


Dio media vuelta para ver de nuevo su estatua en el lugar donde él la había dejado y, casi con el corazón paralizado, encontró el lugar vacío y la duela completamente raspada, miró sin aliento los surcos formados que lo conducían hasta donde él se encontraba. Levantó la mirada con lentitud, casi por inercia y de reojo la vio, parada a su lado derecho, con el brazo izquierdo extendido hacia él.
-Ven conmigo- le dijo sin mover los labios la estatua ..yo no existo sin ti, te necesito tanto como tú a mí. 


-NOOOO!- Gritó Federico y la tomó del brazo e intentó lanzarla al suelo pero no lo consiguió debido al tamaño y el peso del mármol. Ella extendió la mano y la cerró para sujetarlo con fuerza. La mano helada quemaba su piel y la presión no dejaba circular la sangre. Quiso volver a gritar pero no pudo y tuvo que ahogar su voz en un gemido. Jaló con fuerza pero en lugar de soltarse sólo consiguió hacerse más daño. Su respiración era cada vez más agitada y los latidos de su corazón aumentaron casi al grado de una taquicardia. Sudaba frío por todos lados y se sentía desfallecer. Un último intento para soltarse de la mano que lo sujetaba: jaló su brazo con todas sus fuerzas y sintió que en ese jalón se le iba la vida. 


Cayó al suelo y la fuerza del jalón hizo que la estatua cayera junto con él. Escuchó a lo lejos la voz de su mujer que le decía con suaves palabras:


-Tú me creaste y no podías destruirme, soy parte de ti. Pero aquí no hay lugar para mí, así que debo partir.. ¡Contigo!


Al caer, Federico golpeó su cabeza contra el piso de la habitación, la última imagen que pasó por sus ojos fue la del mármol blanco estrellándose contra el piso y regándose por la habitación en mil pedazos. La cabeza casi intacta de la estatua golpeó el pecho de Federico y rodó hasta el suelo para terminar colocada justo enfrente de su creador, en donde éste yacía con los ojos abiertos.