jueves, 19 de junio de 2008

Sobre el suicidio o Palabras para tu funeral

Me está costando mucho trabajo aceptar y tolerar esta situación. Me he juzgado muchas veces a mí misma por no intentar algo más para ayudarte, pero tampoco se te puede obligar a nada... Y a estas alturas, tú no quieres ser ayudado. Y es que cuando uno se rinde ante la vida de la manera en que tú te rendiste hace un mes, cuando uno se envenena a sí mismo buscando una muerte agonizante, tortuosa, infandamente dolorosa... Entonces no queda más que comprender que los chantajes morales están de más, que lo único más egoísta que tu propia enfermedad autoprovocada es nuestra necedad de que dejes de provocártela.
¿Pero quién en este mundo tiene el corazón tan duro como para mirar de frente a un suicida en plena acción y no mover un dedo? Pero no sólo he movido los dedos, he tratado de mover la compasión de Dios, pero un dios sordo no sirve de mucho y en cuestión de meses pasé del "Por favor, Dios, ayúdalo a recuperarse" a "Por favor, Dios, que al menos no sufra tanto".
Finalmente, me encogí de hombros, pues veo que tu decisión está tomada. Ahora sólo me pregunto ¿Me cuidarás desde donde estés? Yo no podré hacerlo sola, siempre te he contado dentro de mi historia: quiero que asistas a mi examen profesional, quiero que me lleves al altar cuando me case, quiero que conozcas a mis hijos, quiero que me prepares un té cuando me enferme... ¡Quiero seguir siendo la niña de papá!