miércoles, 2 de agosto de 2023

La insoportable levedad del ser insulso y anodino

Siempre he sabido que mi compañía es bastante aburrida, no tengo mucho que ofrecer (no estoy haciendo drama para que me levanten, hablo en serio), salvo de vez en cuando una buena conversación, pero sólo de vez en cuando, porque cuando ya se vuelve algo recurrente, la conversación también se acaba y empiezan los silencios incómodos más y más frecuentes. En resumen, no soy el alma de la fiesta ni Miss Simpatía. Por eso es que tengo pocos amigos. 

La gente no suele buscarme para pasar el tiempo conmigo por diversión, porque mi idea de diversión es ver una película de terror en silencio y luego no hablar de ella, porque justamente por eso me gusta el terror, porque no me exige nada, no tengo que analizarlo, no necesito pensar cuando lo estoy viendo, y eso me encanta porque no sé pensar, no puedo, soy tonta. Y la gente se empeña en contradecirme, y yo sólo sonrío y agradezco el cumplido, aterrada de que un día, creyendo que soy lista, me pidan que dé mi opinión de algún tema y yo diga alguna estupidez, y entonces descubran que es cierto que soy tonta y empiecen a tratarme mal (porque a la gente tonta se le trata mal, por ser inferior). Creo que en parte esa impresión que tienen algunas personas de mí se debe a que tengo claridad mental, puedo articular dos oraciones con aparente sentido y mi redacción normalmente tiene estructura y coherencia. Pero eso lo hace cualquiera.  

En fin, si hay una palabra que me describe a la perfección podría ser "anodina". 

Yo he hecho las pases con eso, no trato de ser el centro de atención ni de caerle bien a todos, básicamente porque no sé cómo hacerlo. Supongo que para eso debería tener algo que ofrecer, ser interesante, o por lo menos guapa, es decir, todas esas cosas que no soy. 

Me gustaría ser más popular, por supuesto, sería fantástico. Me encantaría que la gente me busque porque resulta que le gusta pasar tiempo conmigo. Pero eso nunca ha pasado ni pasará. Y algunas veces eso me afecta. Llevo cinco años en esta oficina y podría contar con los dedos de las manos a las personas que saben cómo me llamo. Si alguien de afuera llega y pregunta por Cintia Rosales, probablemente la mayoría contestaría que no hay nadie aquí con ese nombre. 

En realidad no creo ser molesta en ningún sentido. No creo que la gente se sienta incómoda a mi lado porque yo tenga un comportamiento inapropiado o enfadoso. No. Creo que sí terminan incomodándose, pero porque al final podrían estar junto a mí o junto a un mueble y el resultado sería el mismo. Básicamente soy una de las personas más aburridas que han conocido y eventualmente terminan por olvidar que ahí estoy. No le caigo mal a la gente, creo. Simplemente no le caigo, le soy indiferente. 

Esto está bien cuando eres una persona introvertida y tienes nula autoestima. Ser invisible tiene sus ventajas. No tienes que lidiar con la presión social, no tienes que hablar con la gente y decir cosas brillantes para impresionarla, no tienes que pasar horas arreglándote para que no te critiquen por no haberte peinado. Si te invitan a un evento y no puedes ir y hasta olvidas disculparte por no poder asistir, no pasa nada porque al día siguiente nadie se acuerda de que no estuviste ahí. 

Pero, como todo, también hay desventajas, como cuando es más difícil ascender de puesto en tu trabajo porque si se abre una vacante y hay veinte personas igual de competentes aplicándose por ella, se la van a dar a quien les caiga mejor. Para una persona introvertida, comer solo está muy bien, puedes pasar tu hora de comida viendo videos abstraído en tus pensamientos, pero hay días en los que sí quieres compañía, necesitas hablar con alguien, aunque sea de algo muy casual, enterarte de algún chisme de la oficina, contarles que el fin de semana fuiste con tus sobrinas al museo... Pero tú sabes que a nadie le interesa. Y tampoco le tienes la suficiente confianza a tus compañeros como para preguntarles si los puedes acompañar a comer. Eso es vergonzoso. 

Normalmente no pienso en esto como algo malo, simplemente es un rasgo de mi personalidad y trae sus consecuencias, me gusten o no. Es algo en lo que simplemente reflexiono de vez en cuando, sobre todo mientras como en mi escritorio, sola (por supuesto), y si no fuera porque mi cubículo da hacia una ventana, probablemente tendría que comer en el baño, como Cady Heron en "Chicas pesadas" (já, I wish). Y no sé qué hacer al respecto. 

Tal vez me equivoco y sí le caigo mal a la gente; tal vez sí soy enfadosa y no me he dado cuenta. ¿La gente enfadosa sabe que lo es? Siempre dicen que la gente estúpida no sabe que es estúpida, pero que es evidente para los demás. Tal vez eso me pasa pero con la enfadosidad. Porque tonta sí soy pero lo sé perfectamente. No voy por la vida babeando y diciéndole a la gente que soy tonta, pero tampoco voy dándomelas de lista. Reservo mis opiniones para mí misma, porque nadie las necesita, porque no suelen ser relevantes, o porque simplemente muchas veces ni siquiera tengo una opinión al respecto de nada. Es como si las cosas cayeran en un saco vacío y no se procesaran, así con los temas en mi cerebro. 

Por esta razón es que tampoco he conseguido otro empleo. Estoy condenada a ver a todos a mi alrededor obtener un ascenso, mientras yo sigo en este lugar, tragándome la humillación y fingiendo que estoy bien. No pasa nada. Total, ni me gusta este empleo, estoy buscando otro y en cualquier momento me contratan en otro lado y me voy. La realidad es que no, pasarán más años y seguiré aquí, nadie me va a contratar en otro empleo, porque no soy buena en nada. Aunque tampoco soy mala, mi CV es bueno, pero seguramente entrevistarán a diez candidatos y ocho de ellos serán mejores que yo. Tal vez los reclutadores se olvidan de mí una vez que salgo de la oficina tras una entrevista. Este empleo, al final, es una zona de confort. Al menos es estable. Lo malo es que yo sí estoy dispuesta a salir de esta zona de confort, pero mis limitadas capacidades me lo impiden. 

Pero bueno, lo importante es que tenemos salud.