jueves, 21 de marzo de 2024

Estúpidas hormonas

 Andar "hormonal" es una pesadilla... a veces, porque otras veces es simplemente delicioso. 

Quiero decir que cuando estás despierta, haciendo tu vida de la manera más ordinaria posible, las hormonas te traicionan y necesitas un momento para recapitular y seguir con lo que estabas haciendo de la manera en que lo tenías planeado. Puedes tener 40 años y seguir confundiéndote con tus propias emociones. De pronto un comercial de Coca-cola te hace llorar; de pronto, que alguien te interrumpa cuando estás contemplando el vacío de la existencia humana te hace enojar; de pronto saludas eufóricamente a alguien a quien normalmente no soportas. Simplemente no tienes todo el control de tus emociones y eso es confuso y molesto. 

Pero, hay cosas que aprendes a disfrutar, como estar horny 24/7. Vas en el transporte público y te parece atractivo el chico moreno con camiseta de Opeth que se acaba de sentar junto a ti, y comienzas a fantasear con tocarle la pierna, y él entiende lo que haces y comienza a tocar la tuya. Hasta que se baja del camión y te quedas pensando en lo bien que la habrían pasado si te hubieras atrevido a hablarle... Luego te ríes porque si no fuera por las estúpidas hormonas, ni siquiera le habrías puesto atención a ese chico.

Bueno, la ventaja es que cuando estás despierta puedes continuar la fantasía o frenarla en cuanto aparece, sobre todo si estás haciendo algo en lo que no te debes distraer, como cuando estás en consulta con tu endocrinólogo y mientras él te explica que tu hormona THC está un poco elevada, tú empiezas a preguntarte si se vería muy mal que te pararas a ponerle el seguro a la puerta.

Cuando estás dormida es otra historia. Tu inconsciente te dice "¡necesito coger!" y lo va a conseguir con o sin tu ayuda. Algunos días despiertas de tu sueño preguntándote quién era el señor que no dejaba de manosearte justo como te gusta que lo hagan, porque necesitas salir corriendo a buscarlo y pedirle que lo siga haciendo. Otras veces despiertas justo cuando estás a punto de tener un orgasmo con alguien con quien platicaste apenas ayer sobre literatura de vampiros y juegos de rol. Estos últimos son muy frustrantes. Es delicioso, pero estabas a punto de terminar, y le dices a tu cerebro "dame cinco minutos más de sueño, por favor, por favor, no necesito más", pero como ya estás despierta y caliente, tienes que seguir tú sola con lo que tu inconsciente dejó a medias, pero ya no es lo mismo. Y, por cierto, comienzas a ver al señor de los vampiros de otra forma. No quieres topártelo porque seguramente vas a empezar a coquetearle y luego te vas a arrepentir. Pero sí quieres porque verlo es regresar a tu sueño, donde la estabas pasando tan bien, donde la gravedad tenía reglas diferentes y ese hombre podía "clavarte su estaca" (ja!) aún con la ropa puesta y a escondidas de su ex.

¡Agh, estúpidas hormonas! Me encantan... a veces. 


jueves, 7 de marzo de 2024

Just deserts

Yo agradezco mi trabajo, siempre agradezco tener empleo, sobre todo desde la pandemia. Entiendo lo difícil que sería mi vida si no tuviera empleo y lo mucho que me costaría encontrar otro con mi sueldo actual. 

Pero también odio mi empleo. No odio lo que hago, eso está bien, supongo, a veces es entretenido. Pero odio las condiciones en las que llegué aquí. Odio sentir que "caí aquí" por injusticia de la vida. Entré a este instituto en 2018 por concurso. Hice un examen y sólo yo lo pasé, de entre 28 candidatos, yo me gané el puesto. Era el puesto de mis sueños, ganaba bien, mi jefa era maravillosa, el trabajo no era estresante y yo era buena haciéndolo porque era justo lo que me gusta hacer. Mi jefa quería retirarse y dejarme a mí en su lugar, así que yo esperaba obtener ese ascenso en unos meses. 

Y de pronto todo cambió, de un día para otro, el instituto cambió de funciones, corrieron a la mitad del personal y a quienes nos quedamos nos repartieron en puestos de manera aleatoria. Yo caí en un equipo de investigación, y mi contrato ahora era en un puesto mucho más bajo con un sueldo en consecuencia más bajo. Mis funciones ahora no eran las de editar y corregir textos, sino hacer investigación para políticas públicas. Yo nunca había hecho eso. He tenido que aprender muchas cosas, pero otras simplemente no las voy a aprender porque no son parte de mi formación profesional y porque hay otras personas en el equipo que sí las saben y, por ende, son quienes se encargan de ellas. 

Llevo ya cuatro años en este puesto y no puedo ponerlo en mi CV porque no me he especializado en nada. Básicamente he desempeñado funciones de becaria, y son cuatro años perdidos editorialmente. No he encontrado un empleo en el medio editorial donde ofrezcan lo que gano actualmente (es un medio muy precario) y los pocos que he llegado a encontrar tienen tanta demanda que los terminan obteniendo personas con mucha más experiencia, que no llevan cuatro años estancados como yo. 

Me aterra pensar que no volveré a encontrar un empleo como el que yo tuve en 2018, que me lo arrebataron a la mala, injustamente. Me aterra pensar que el universo me manda este mensaje de que yo no merecía eso y que caí aquí porque aquí es donde yo pertenezco, es para lo que me alcanza. Tengo 40 años, una maestría, más de diez años de experiencia en edición y corrección de estilo y a mí sólo me alcanza para ser becaria de investigación, hacer funciones de apoyo y asistencia para personas mucho más jóvenes que yo y con un futuro mucho más prometedor. Y no es que yo sea mala en lo que hago, por supuesto que no, es decir, es difícil equivocarse cuando tu único trabajo es buscar información en internet y hacer tablas. 

Es difícil que en la función pública se abran plazas, y las que se abren son a cuentagotas. Cuando se llegan a abrir puestos como el que yo tenía, evidentemente los obtienen otras personas. Yo no. Yo no puedo aspirar a volver a eso. Yo veré ascender a todos a mi alrededor y tendré que tragarme esa humillación cada vez que pase. O renunciar antes de que eso pase. Y luego, ¿qué? 

Entonces es así, odio todo esto. Odio sentirme miserable, insignificante, insuficiente. Odio que mis funciones sean tan irrelevantes que me hacen sentir como un niño al que le dan una tablet para que se entretenga y no interrumpa las conversaciones de los adultos en la mesa.

Pero sí estoy agradecida por tener empleo. 

Calladita

Siempre me dicen "eres muy callada", y pues claro, es que no tengo nada que decir. No sé cómo hace la gente que todo el tiempo está hablando, ¿de dónde sacan tanta cosa que contar? Me dicen "pues sólo di lo que piensas", ¡como si yo pensara! 

Ya lo  he mencionado antes, si no hablo es porque mi cerebro está en blanco. A mí me da mucha pena que la gente se enoje conmigo, y es que ¿se han fijado cómo nos molesta la gente tonta? Ves a alguien decir una estupidez y hasta te llevas las manos a la cabeza y dices "¿cómo puede ser tan tonto?", pues yo creo que si hablo voy a hacer enojar a más de uno. Mejor no.