jueves, 13 de febrero de 2025

Salir de la zona de confort... es aterrador

La semana pasada, un amigo me envió una vacante que vio en LinkedIn y le pareció que yo cubría el perfil. Yo casi nunca entro a esa red social, no sé qué hacer en ella, normalmente se me olvida que existe y que debo mantenerme "activa" ahí para encontrar empleo, porque no sé cómo hacer eso. En fin, entré a LinkedIn para ver la vacante que me envió mi amigo, pero me distrajo otra cosa. Tenía un mensaje en mi chat; era de una editora de Siglo XXI pidiéndome una reunión para una entrevista al día siguiente en las instalaciones de la editorial. Yo le respondí de inmediato (el mensaje tenía poco de haber llegado y la editora seguía en línea), y después de una breve conversación, acordamos que la reunión sería ese mismo día por la tarde y por Zoom. 

La entrevista transcurrió sin contratiempos, como otras en las que he estado en los últimos meses. Lo único diferente es que ya no me preguntan por qué me quiero cambiar de empleo, pues al decirles que actualmente trabajo en uno de los organismos que extinguieron en la última reforma constitucional, dan por sentado que mi inminente desempleo es la razón. Al final de la entrevista me dijeron que me harían llegar unos exámenes psicométricos que necesitaban que respondiera. Los exámenes me llegaron ese día en la noche, así que los respondí al día siguiente, pero ya era viernes y el siguiente lunes era feriado, por lo que tuve noticias de la editorial hasta el martes, pero para mi sorpresa, las noticias fueron que me habían elegido a mí para el puesto. No habría una segunda entrevista, ni un periodo de espera de varias semanas en las que entrevistarían a más candidatos. Así de rápido, en dos días, yo ya tenía otro empleo. 

Hasta ahí, todo bien. ¡Qué felicidad! Todo es perfecto. Mi vida empieza a alinearse nuevamente, se me concede lo que tanto he pedido... ¡Un momento! Déjenme procesarlo. Conforme pasan los días, voy digiriendo la noticia y sus implicaciones. Llevo siete años trabajando en este edificio, de los cuales, los últimos cinco he estado desempeñando funciones para las que no tengo el perfil, he estado lidiando con un jefe que no tiene liderazgo, su micromanagement me ha "enseñado" que soy una inútil, que no sé hacer este trabajo, que no sirvo para esto y, a fin de cuentas, para nada. Llevo cinco años interiorizando que soy una mala empleada, que no sirvo para nada, que no aporto nada al equipo. Sé, racionalmente, que nada de esto es cierto. Sé que aporté mucho al equipo porque soy inteligente y tampoco es como que este trabajo requiera conocimientos en ciencia de cohetes. Lo sé, y aún así, me es difícil desprenderme de una idea que mi jefe ha repetido por cinco años, de una forma u otra. En cinco años, me convencí de que yo no merecía crecer profesionalmente, que yo estaba en el lugar que merecía porque era "para lo que me alcanzaba". En cinco años vi crecer a mucha gente y tuve la certeza de que eso no me iba a pasar a mí. 

Tampoco quiero que se entienda que lo responsabilizo a él [a mi exjefe] por ser una mala empleada o que si me sale algo mal, todo será por su culpa No, ni siquiera creo que las cosas tengan que salir mal. Sólo estoy tratando de poner en palabras mis pensamientos y mis más profundos miedos. He tenido ataques de ansiedad porque me siento abrumada con todo esto. Uno de mis pensamientos más frecuentes es "¿y si todo esto es una trampa?", aún no sé como por qué lo sería, quién la estaría planeando y con qué fin, pero sí se siente como una trampa. Coordinadora editorial y de producción... Suena demasiado bueno para ser verdad. Suena demasiado bueno como para que me esté pasando a mí. 

Se habla muchísimo de lo importante que es salir de la zona de confort, de buscar nuevos retos y crecer profesionalmente. Yo llevaba cinco años intentándolo, pero no había forma. Sentía, además, que no estaba en mis manos. No era como si salir de la zona de confort fuera simplemente renunciar al trabajo y ya, al día siguiente dedicarte a otra cosa. Yo tenía que encontrar otro empleo antes de poder renunciar a éste. Por eso estaba es una zona de confort y parecía no tener prisa por encontrar otro empleo. Mientras siguiera cobrando quincenalmente, teniendo vacaciones y aguinaldo, podía seguir en mi empleo, porque aunque no me querían y yo lo odiaba, al menos no me corrían. Incluso llegué a resignarme, a pensar que estaría aquí por muchos años, pues incluso con la extinción, la Comisión sigue en pie y podría seguir así indefinidamente (como pasó con el Inifed, investíguenlo, se supone que fue sustituido por el programa Escuelas al cien, pero sigue operando, sin atribuciones ni nada, pero ahí sigue, y siento que a la Comisión le va a pasar igual), así que yo podría estar aquí en el mismo puesto y con el mismo sueldo hasta jubilarme. Traté de hacer las pases con esa idea. Meditaba con frecuencia, y comenzaba mis meditaciones con agradecimiento, agradecía por todo lo que tengo, incluso el empleo, porque me permite vivir dignamente. Me volví más agradecida y menos quejumbrosa.

Ahora tengo que enfrentarme a un cambio gigantesco en mi vida. Tal vez les parece que exagero, pero pónganse en mi lugar, estoy pasando de un puesto bajísimo jerárquicamente, con funciones meramente asistenciales, a una coordinación editorial. Es lo que yo estudié, por fin voy a ejercer mi maestría, pero yo salí de la maestría hace ocho años...

Ya me extendí mucho, pero en conclusión, estoy aterrada. Me siento un fraude. Espero que a partir de la próxima semana, mis miedos se disipen y las cosas se vayan acomodando. Tengo mucho que demostrar y me voy a esforzar por hacer un buen papel (o al menos no quedar en ridículo). Deséenme suerte. Si en sus trabajos entra gente nueva, sean compasivos, tal vez están lidiando con un cambio gigante, eso le produce ansiedad a cualquiera. 

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